Si miro
para atrás, recuerdo mis clases de literatura como el lugar dónde se me imponía
leer. Pero también recuerdo, momentos señalados, el balcón de casa de mis
padres, mis pies descalzos sobre la barandilla, la noche al caer y yo,
incrédulo, acariciando las páginas de aquellas memorias del marques de Bradomin.
¿Por qué? ¿Por qué lo recuerdo?
Supongo
que era el libro adecuado para mí, en aquel momento. Y por casualidad, le
concedí su tiempo.
Hago
esta introducción, para resaltar la importancia de la buena selección de
aquella profesora y de haber encontrado el momento de lectura. Sólo yo puedo
saber como es de extraordinario que me acuerde de aquel momento, pero creerme:
es insólito, mi memoria es demasiado flaca. Y ahora que lo pienso, lo recuerdo
porque fue un momento de pura vivencia, ese lugar dónde sólo el arte sabe
colocarnos.
Y en términos
generales, eso es lo que he entendido que pretende esta asignatura, colocarnos
en el lugar del arte.
Empezamos
el curso analizando y seleccionando. Tarea más compleja de lo que parece a
primera vista. Primero porque no todo lo que se vende es literatura y segundo
porque exige gran capacidad de observación del alumno y un sólido conocimiento
sobre psicología evolutiva.
Literatura
infantil y juvenil. Nunca lo había pensado pero supongo que para mí era un
genero menor, algo que ya no me concernía. Pero resulta que hay grandes obras
literarias, repletas de buenas ideas y un buen saber hacer, sólo que además,
también son accesibles para jóvenes y
niños.
Salgo
de este encuentro con la literatura infantil y juvenil, con muchas ganas de
explorar esos lugares literarios. Por un lado sólo por el gusto de hacerlo y
por el otro, por irme haciendo con un repertorio de libros adecuados a temas
concretos, que den pie a debates y creaciones artísticas. Me encantaría poder
tratar temas cotidianos a través de obras literarias con valores positivos. Pues
para el sano desarrollo del alumno es fundamental que pueda recrear un panorama
interior con valores morales positivos.
Pero
sobre todo y por encima de todo, que sea vivencia. Que cada intervención motive
la pregunta en el niño, el sentimiento o la acción artística; que todo ello
pueda servirle para interiorizar y expresar de otra forma su vivencia al
relacionarse con el libro.
Después
he visto y hasta he interiorizado al tener que hacerlo, que se pueden ofrecer
relaciones más amplias al ir a visitar lugares de la metaliteratura, es decir,
presentaciones de libros, exposiciones sobre el autor o la obra, cuentacuentos,
ferias de libros… Al final, es acercarles al maravilloso mundo de la lectura.
Es servirles una ventana a otros mundos. Es un gran regalo y un privilegio.
Sobre
el adaptar…. Bueno, aquí tuve mis dificultades. Pude entender los motivos para
hacer algunos cambios pero en mí hay demasiado respeto por la obra de otro
autor, sobretodo si es buena. ¿Por qué no esperar entonces para dar ese libro
cuando sea el momento apropiado? En el ejemplo de “toda clase de pieles” era
muy claro, pero tengo mis dudas con otros textos, salvo en los que es necesario
por la extensión. Quizá me hubiera venido bien tener más ejemplos de textos
literarios que necesiten ser adaptados, más que pospuestos. Aún así, la
experiencia fue muy buena porque me permitió ver los entresijos del cuento. Y
es que parece que no comprendemos hasta que no nos vemos haciendo.
Luego
llegaron las actividades para acercar a los niños algunas obras y autores
literarios. Aquí no sólo abrí mi abanico de posibilidades para programar
aprendizajes, sino que encontré todo un mundo literario alrededor mía. También
me di cuenta que la literatura podía ser una excusa para apropiarnos de nuestro
pasado, nuestra cultura. Y por qué no decirlo, me encantan estas dinámicas que
potencian un aprendizaje multidisciplinar; y si entre manos los alumnos llevan
un proyecto orientado, mejor que mejor.
En
cuanto a mí, tuve problemas para ceñirme a los tiempos y al trabajo grupal que
se pedía. Tampoco he sido capaz de hacer todos los comentarios que mis
compañeros merecían. Supongo que no ha sido un trimestre fácil.
Después
vino el gran tema: ¡animación a la lectura!
Todo lo
basé en una gran frase de los apuntes: “Si
no hay comprensión, si puede haber placer”. Para mí, es el núcleo de toda
la asignatura. Y de ella podemos sacar varias conclusiones: Primero, que hay
que diferenciar los ejercicios de comprensión y fluidez lectora con los de gozo
literario. Y segundo, que no es posible imponer el placer, que sólo se puede,
honestamente, contagiar el entusiasmo. Y de esta forma, la lectura se puede
volver un placer cómplice entre alumnos y maestro.
Desde
esta posición he trabajado la animación a la lectura, desde un auténtico
vincularme yo, con lo que les ofrezco a ellos. Pero es que esta enseñanza se ha
ido destilando a lo largo de toda la asignatura. Yo tengo que vivir lo que
quiero que ellos vivan. Tengo que comprender el sentido de cada elemento
literario para que intuitivamente a ellos también les llegué la imagen cargada
de contenido. Así tengo que tratar las alegorías de los cuentos y las fábulas. Y
para ello, he descubierto que nada mejor que la creación literaria. Parte de la
asignatura que he disfrutado mucho y que ha divertido también a gente de mi
entorno. Gracias.
También
podría hablar de la multitud de recursos que he encontrado para suscitar el
interés y ayudar a la comprensión de forma más divergente. ¡Ah! Respecto a este
punto anotar que es mucho mejor no tratar nunca de definir, que las
interpretaciones de los alumnos son siempre correctas y muy inspiradoras. Que
no debe haber una visión unilateral para comprender el mundo sino que como
maestros debemos tener una actitud de admiración respecto a la pluralidad de
interpretaciones. Pues a la realidad no se accede tan sólo por un camino.
En
cuanto a los ejercicios para perfeccionar la capacidad lectora, no sabía de su
importancia como un requisito para el desarrollo de la comprensión general como
capacidad cognitiva, esto me ha dado un poco de luz. También me ha gustado la
reflexión sobre la (demasiado extendida) forma de hacer a través de la
obligatoriedad de la lectura y la visión del incipiente lector más como un
decodificador que como un recreador de lo leído. También he podido ver que los
métodos para ejercitar la lectura resultan estresantes y apelan a la
competitividad y corrompen el ritmo propio del texto por el afán de ser el más
rápido.
Cómo
las grandes experiencias, la lectura requiere de un proceso de ejercitación
para poder entrar en los mundos que ofrece. Pero leer no es ser capaces de
descodificar el texto, lo implica, pero no es eso. Leer es ver la vida que hay
tras las palabras. Es vivir lo que han señalado los signos. El tonto mira la
mano que señala, el otro puede mirar las estrellas señaladas. El objetivo del
maestro no es estudiar la mano sino emprender el viaje a las estrellas.
Sobre
cómo las estrellas pueden nutrirnos… Bueno, baste decir que la posibilidad de
crear tan sólo con la palabra es un hecho tan puramente humano que quizá si lo
practicamos bien podamos entendernos a nosotros mismos.
La
palabra precisa, en el momento justo, puede transformar el mundo como todavía
no somos capaces de soñarlo.
A
través del proceso escritura-lectura (pues sólo mediante ambas acciones es
completo), ponemos en valor cada palabra, permitiéndonos saborear la secuencia
de evocaciones que nos sale al encuentro, su ritmo, su color, su impacto.
Porque
además, el proceso de escritura y lectura, nos permite vivir las acciones
exteriores (más fáciles de ver a nuestro alrededor) y las acciones interiores
(que por naturaleza sólo somos testigos de las nuestras). Poder ser testigo de
los acontecimientos interiores y exteriores nos permite comprender
verdaderamente lo humano. De otra forma sólo podemos remitirnos a las
manifestaciones exteriores de la interioridad de las personas.
Es por
ello, que en estas edades en las que se está conformando la fauna que va a
poblar nuestra psicología, se vuelva tan elocuente y necesaria la literatura. Y
por ello es también de extrema responsabilidad que el profesor sepa cultivar
los más ricos frutales en los jardines interiores de los alumnos. Y quiero
pensar, que un profesor-artista debería saber encontrar el libro apropiado para
cada jardín, según la naturaleza de cada alumno.